lunes, 15 de diciembre de 2008

Los clásicos, un punto de llegada



La literatura se extiende a lo largo de la historia de la humanidad como una testimonio vivo de la conciencia del hombre. Recorrer la literatura es escudriñar en lo que el ser humano ha pensado y sentido en su paso por la tierra. Después de leer una cantidad considerable de textos literarios, la visión acerca del ser humano cambia: tendremos una visión total de las verdaderas magnitudes del término “lo humano”.

La lectura es un itinerario del ser humano en la realidad, al pasar de los años los autores han plasmado sus espíritus, además del espíritu de su época. Los motivos se repiten, el amor, el “nostos”, el destino, el desamor: son unos de los tantos puntos en común que los hombres enfrentamos y sentimos en la realidad. Desde los orígenes de la cultura estos motivos mueven y caracterizan al hombre. Después de tantos siglos la literatura, después de tantos siglos de conciencia testimoniada, el ser humano sigue flaqueando en los mismos lugares, sigue adoleciendo de los mismos males. Es esa elección hacia el engaño de la realidad lo que nos hace humanos, optamos por lo humano. Igual que Odiseo opta por el dolor del “nostos”, el hombre prefiere sufrir antes de negar su memoria, antes de ser inertes, de ser inmortales.

La literatura clásica es un lugar en que todos los hombres podemos reconocernos. La gran conciencia del hombre empieza con los clásicos, hace más 2900 años Homero dio inicio a ese detalle que sería la literatura. Por lo tanto, es imposible pensar en una visión certera del hombre sin tener cerca el referente de los clásicos. La literatura clásica de la Hélade es el punto de partida de todo proceso de formación humana.

Hablamos de formación, ya que esta visión total del ser humano que nos ha brindado la literatura, es esencial para la formación de un ser humano íntegro y conciente de su ser. La Grecia antigua fue la pionera en la formación de SERES HUMANOS en todo el sentido de su palabra. Como explica Werner en su Paideia[1] el objeto de toda actividad artística, ya sea la escultura como la poesía, era la educación del pueblo Griego. Todo giraba en torno a la formación del ser humano.

Ese trabajo en la forma que podemos apreciar en la escultura, se ve de igual manera en la poesía y en la filosofía. Es un afán constante en crear el ideal humano, crear a los verdaderos hombres. Los helenos fueron la primera cultura en tomar una verdadera conciencia colectiva de una formación humanística. Tenían muy presente el ideal humano y su objetivo era moldear a los hombres a ese ideal para que así se libere esa belleza, esa armonía que ser hombres podía brindarles. De esta manera la poesía de Homero era un referente importantísimo en la formación humana en la Hélade.

La educación humanística en nuestros días sigue aspirando a la formación de un ser humano comprometido con su situación, comprometido con su condición y comprometido con su sociedad. Ese afán de los Griegos de llevar al ser humano a su máximo esplendor de espíritu debe seguir siendo un proyecto anhelable para todas las sociedades.

Solamente volviendo a los clásicos podemos encontrarnos que ese ideal del hombre, que sin duda ha formado a miles de generaciones. Sin importar que cada uno tenga su concepción de clásico, sus libros clásicos; la Grecia antigua es el principio del la formación humana, además de ser el principio de ese testimonio de lo humano a lo largo de la historia.

El concepto de lo clásico es lo más lejano de caduco, esos primeros versos que han llegado hasta nuestros días son una proyección del ser humano, sin importar su época. El dolor de Odiseo nos es común a todos, nos sentimos identificados ante ese sufrir insoportable. Y podemos recorrer con unas cuantas lecturas cómo los hombres hemos sobrellevado esto que llamamos estar vivos. Así que cómo va a ser caduco lo clásico.

Sin la literatura, sin una visión total del hombre a lo largo de la historia, no nos queda más que imaginarnos una sociedad que ha perdido la conciencia que quién es y de quién ha sido. Sin ese volver por los avatares del hombre es imposible pensar en una formación del hombre hacia la belleza espiritual. Si nunca más volviéramos a los clásicos renunciaríamos a nuestra humanidad, y a nuestro futuro como una especie particular y única.


[1] Jaeger, Werner, Paideia: los ideales de la cultura griega, México, Fondo de Cultura Económica, 1987.

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